¿Adónde van los patos?

La culpa la tienen las monitoras del comedor, por llevarla de excursión al parque de los patos. Me explico: mis padres aún llaman Calvo Sotelo a la plaza Francesc Macià, o Infanta Carlota a la avenida Josep Tarradellas. No lo hacen por maldad, ni siquiera por militancia, sino por pura inercia. Del mismo modo, en mi pueblo hay un parque con estanque donde quince años atrás chapoteaba una familia de patos. Nadie le ha cambiado el nombre, y claro, lo primero que hicieron los niños al llegar fue preguntar por qué no había patos en el parque de los patos.

La respuesta dejó a Nerea sobrecogida.

– ¿Sabes qué? Los patos del parque se han morido porque eran muy viejecitos.
– Vaya.
– Pero a las personas no les pasa eso, ¿verdad? Sólo a los patos.

Carraspeo incómodo. Explicación anestésica. Para eso falta mucho, mucho, mucho tiempo y no hay razón para preocuparse ahora. Es mucho más interesante el bocata de nocilla de la merienda.

– ¿Y los patos están en el cielo como el iaio? – lo del cielo no fue cosa mía, sino de mis cuñadas, que para más inri son ateas, pero ahora cualquiera lo desmiente.
– Mmm… sí, claro.
– Claro, porque los patos tienen alas y vuelan. Pero el iaio, ¿cómo ha subido hasta ahí?
– ¡Mira, un naranjo! ¡Y tiene naranjas!

La maniobra de distracción funciona durante un rato, pero en casa, cuando ya creo que me he librado, Nerea vuelve a la carga:

– Pero mamá, yo no quiero morirme nunca. Yo quiero vivir para siempre.

Hace un puchero. La acuno. Le digo que vivimos para siempre en el recuerdo de las personas que nos quieren, o algo así, pero no entiende nada, ni yo tampoco.

– ¿Quieres decir que estaremos muertos para andar y para correr y para hablar y para respirar, pero no estaremos muertos para pensar?

Intento salirme una vez más por la tangente, pero insiste:

– ¿No estaremos muertos para pensar?

La miro a los ojos y veo en ellos mi propio miedo al silencio. Me desarma. Ya no sé qué más decirle. Pero es ella quien nos rescata a las dos:

– Mamá.
– Dime.
– Nosotras nos esconderemos.
– ¿Qué?
– Para no ir al cielo. Nos esconderemos juntas, ¿vale?
– Vale.
– ¿Me lo prometes?
– Te lo prometo.

12 Respuestas to “¿Adónde van los patos?”


  1. 1 Andrés 20 junio, 2008 a las 12:14 am

    1. La culpa la tienen los políticos a los que les encanta cambiarles a las calles los nombres que han tenido toda la **** vida.
    2. Sí, yo tampoco entiendo lo de que vivimos para siempre en el recuerdo de las personas. Poco alivia en el siglo XXI la trascendencia…

  2. 2 Andrés 20 junio, 2008 a las 4:31 am

    Por cierto, me encanta tu manera de escribir.

  3. 3 Ana Chévere 20 junio, 2008 a las 9:29 am

    Mil gracias y bienvenido por aquí 🙂 A mí me encantó tu manera de no cortarte y de discrepar sin perder las formas. Ojalá supiera yo hacerlo con tanta elegancia.

    Sé que es más fácil decírtelo hoy, que me has lanzado una florecilla… :P, pero siéntete libre también de criticar, que contigo da gusto.

  4. 4 Anchiano 20 junio, 2008 a las 12:37 pm

    No hay que tener miedo a la muerte. Lo que es de temer, es mo de morirte sin haber vivido intensamente. Como se puede ver por mi nick, soy confeso admirador de Leonardo da Vinci, que dijo una vez: «Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada causa una dulce muerte».

    Un saludo.

  5. 5 Mameluco 21 junio, 2008 a las 4:53 am

    De pequeño me aterraba la muerte. Me obsesionaba por las noches que mis abuelos o mis padres muriesen, y que yo no pudiese soportar la pena.
    Pero me pasó de más mayor. Con siete años mi abuelo Miguel murió, y no lo viví como una gran tragedia. Me pasó sobre todo en la pubertad. Después cuando lo de mi abuela Josefa, que tenía ya dieciocho, hasta me sentí culpable de no sentir lástima. Mi abuela quería morir, ya no quería estar aquí. No le veía el sentido.
    Más recientemente mis abuelos maternos Juan y Rosa murieron con un año de diferencia. Él no quería morir -lo hizo antes, tras una larga enfermedad y una demencia-. Ella si quería -lo hizo rápido, tras una vida de depresiones y dolores-. No me he enfrentado a la muerte de mis padres aún, y espero que tarde. Pero tengo asumido que la muerte es parte esencial de la vida. Yo he deseado morirme tantas veces que veo hasta lógico el sentimiento.
    Vivir es más duro que la muerte misma. Eso está claro. Muerto no sientes nada. No existes. Vivo duele. Duele mucho, a veces.
    Yo no soy quien para decirte como debes educar a tu hija, pero eso del cielo,ve diciéndole que no es demasiado verdad… ni para patos ni para hombres.
    Si quieres algo un poco místico y bonito, dile que nos fundimos con el Cosmos, con todas las cosas. Eso es verdad. Bueno, si no nos aislasen en nichos…pero al final todo se mezclará en el espacio.
    Venimos de las estrellas y volveremos a ellas.
    Y yo no quiero vivir con intensidad, yo quiero vivir tranquilito, tranquilito, viendo crecer el musgo y observando los cirros pasar.

  6. 6 Lumen_Dei 2 julio, 2008 a las 12:10 pm

    Puedes explicarle a tu inquieta niña -porque volverá a insistir- que los patos están en el Cielo antes de morirse, ya que pueden volar, pero que cuando se mueren, frecuentemente acaban en los estómagos de los animales u personas que se los comen.

    De ese modo se funden con otros seres en un proceso de fagocitación que roza el misticismo (lo del «misticismo» te puede dar mucho juego a la hora de ahogarla en tu verborrea si tienes que recurrir a ese ardid).

    Sí, claro, por lo leído, es obvio que Nerea te preguntará por cuando los patos «salen» de quienes se los han comido, al culminar el proceso digestivo.

    Es el momento de explicarle que vivimos en un mundo lleno de preguntas sin respuesta, y que eso es así para que podamos pensar sobre ello, discutir y cambiar impresiones, que esas preguntas son la sal de la vida y el aderezo de la rutina, porque si todo fuese sencillo y se pudiese explicar fácil y rápido, esta sería una existencia sosa y zafia, una vida que no merecería ser vivida.

    Diosss… voy a tener una niña el mes que viene, prométeme que se me ocurrirá algo mejor que lo que te estoy sugiriendo, o que le preguntará ese tipo de cosas a su mamá en lugar de a mí.

  7. 7 Amigos 4 julio, 2008 a las 9:36 pm

    Enhorabuena. Es muy difícil transmitir emociones; pero el transmitirlas con tan pocas palabras es solo privilegio de los elegidos. Por favor sigue escribiendo, nos lo debes. No podemos permitirnos el derroche de desperdiciar el talento cuando se encuentra. Es demasiado escaso XD

  8. 8 Uru 5 julio, 2008 a las 12:50 pm

    Jajajaj
    Muy bueno Ana
    Voy a publicar sobre las princesas de porcelana
    Después vuelvo
    Besote

  9. 9 Egoitz 22 julio, 2008 a las 2:16 pm

    Cuánto me gusta cómo escribes Ana.. y lo qué escribes. También el comentario de Mameluco. Me parecen compatibles. Yo no creo en nada, sólo en que nos fundimos en el espacio, en el cosmos… volvemos a ser parte (ínfima, y eso jode…) del universo, del todo…
    Pero también respeto el miedo del ser humano a su propia muerte, a la inexistencia… se han creado religiones, creencias infantiloides, simbologías absurdas… El miedo, y el miedo a la muerte en concreto, es parte del ser humano, es inherente.. y es lo que nos lleva a sobrevivir, a seguir adelante con la vida… Hay algo de bonito en el miedo a la muerte.
    PD: Empiezo a darme cuenta de que los niños son más estimulantes que la mayoría de los adultos…

  10. 10 akane 24 agosto, 2009 a las 7:39 pm

    explicale que la muerte siempre esta ahi , de ahi no se buelve pero los que han ido estan mejor , es el descanso eterno despues de una vida llena de sentimientos , de tristeza , alegria odio , soledad felicidad …
    que ella tambien morira pero no deve temer a eso , porque la muerte puede ser hermosa , un nuevo comienzo , para algunos , el final a su tristeza … yo temo que mis seres queridos mueran y que nio les haya podido decir lo que les kiero ( soi adolescente y contesto demasiado) aunque si a mi muerte se refiere , solo temo al sufrimiento anterior , ( si no , creo que ya no estaria en este mundo) dale razones , cualquier motivo para vivir en este mundo , para disfrutar cada momento y tener un dulce final , porque no importa la duracion de la vida sino la intensidad con la que se vive ( hablo demasiado)

  11. 11 akane 24 agosto, 2009 a las 7:41 pm

    que por cierto , a menudas horas doi una respuesta … voi tardia … ( dejemoslo en … lo que importa es la intencion) … total , no importa mucho lo que diga , una cria de 14 años no sabe nada de la vida y la muerte y no ve la vida desde la misma presopectiva que un adulto … distintos intereses … distintas preocupaciones…

  12. 12 Ana Chévere 24 agosto, 2009 a las 10:51 pm

    Hola Akane, tengas la edad que tengas tu opinión es bienvenida, sobre todo si la expresas de esta manera tan respetuosa 🙂 Es verdad que a los 14 años no se ve la vida como a los 30, y así debe ser. Cada cual ha de recorrer su propio camino… Piensa que, para un hombre de 60, yo también soy una cría inexperta.

    Los que somos un poco más veteranos contamos con la ventaja de que podemos recordarnos a nosotros mismos con 14 años. Si usamos la memoria os entendemos mejor de lo que parece.

    Sobre la vida aprenderás mucho más, claro, pero ya estás empezando. Sobre la muerte nadie sabemos nada. A mí, que le he visto las orejas un poco más cerca de lo que quisiera, no creas que me parece un regalo ni un descanso, pero ya voy comprendiendo que es parte de la vida y que, de todos modos, es mejor concentrar las energías en las cosas que uno puede cambiar.

    Me quedo con tu consejo de aprovechar cada momento 🙂 Si me permites cambiártelo por otro, diles que les quieres aunque les contestes. Seguramente ya lo saben pero eso nunca sobra. En cuanto a lo de contestar… bueno, no es tan grave, yo voy para 33 y a veces todavía contesto demasiado 😉 Y algún día Nerea me enviará a freír monas a mí. ¡Es lo que hay!

    Un beso y gracias por pasarte por aquí.


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